Al abrir su longeva corteza e ir pasando uno tras otro hacia el interior un ronco crujido estremecía hasta las raices, haciendo un ruido ensordecedor para los sensibles oidos de nuestra manada, no tanto para el Sr. Vig, quien miraba asombrado el poco usual espectáculo que se mostraba ante sus ojos. El tronco, por dentro, se asemejaba a una gruta con sus estalactitas y estalagmitas, el suelo era fangoso, casi cienagoso, debía andar con cuidado para no quedarse atrapado entre restos de raices y fango mezclados que el devenir de los años había formado bajo las entrañas del milenario árbol. Aquela encabezaba la formación, que se disponía a bajar hacia la profunda oscuridad que ante sus ojos se mostraba, cuando de repente la estrella del norte comenzó a brillar intensamente. - ¡Asombroso! exclamó extrañado el Sr. Vig. Pensó que el colgante de su ayudante le sería muy útil en tan inhóspito lugar. Alumbraba tan intensamente que se podía apreciar las rugosidades, cada vez más abruptas, en el interior del baobab, así como evitar tropezar y caer al suelo con el más que probable resultado de alguna extremidad rota, quedando así inutilizado para llevar a cabo la misión. Pero nada más lejos de la realidad, el colgante no estaba haciendo las funciones de un candil o antorcha, aunque se antojara así, para alumbrarles el camino a nuestros aventureros amigos hacia la tan deseada sabia de aquel tronco, sino más bien estaba alertando al grupo que algún peligro les acechaba, algo que inminentemente sucedería. Y es que en la entrada del árbol, una enorme silueta cegó la ya casi imperceptible luz que les iluminaba, era un gigante, todos se giraron al instante, pero el anciano de madera, en un intento de bloquear al intruso, golpeóle con una de sus ramas más bajas, a lo que el impresonante brazo del gigante respondió agarrándolo fuertemente hasta arrancar de cuajo la misma. Aquela avanzó decidido hacia el intruso a sabiendas que la sola visión de su figura haría retroceder de inmediato al gigante, pero no fue así. Al bloquear la luz que penetraba en la gruta del tronco, el gigante no podía ver nada dentro, así que avanzó hacia nuestros amigos adentrándose peligrosamente.
miércoles, 12 de diciembre de 2007
Asalto nº 23 - El Gigante
Publicado por
chema royo
en
0:31
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario