martes, 20 de noviembre de 2007

Asalto nº 21 - La inversión

Una vez todos en pie, miraron al unísono al Sr. Vig como esperando una señal. Éste comenzó a avanzar y todos le siguieron, el trecho que restaba no era muy largo y llegarían a media jornada, pero el hambre acuciaba en los estómagos del grupo, ésto les animó a apresurar el paso. El paisaje era cada vez más seco, los bosques frondosos, ríos y cascadas dejaban paso a caminos polvorientos flanqueados por tocones secos y astillados, al Vigilante le recorrió un profundo escalofrío a lo largo de la espalda, aquel paisaje era desolador como la propia muerte, devastado lugar sólo lleno de la mismísima nada. No se oía ni a un pájaro -ni siquiera uno de esos que dan mal rollito en este tipo de escenas-. El silencio más absoluto se hizo de repente, quebrado sólo por el acompasado caminar de la manada, cada vez se hacía todo más extraño y el Sr. Vig comenzó a incomodarse, aquello no era natural. Los árboles se encontraban invertidos, como suspendidos en el aire, con sus centenarias raíces sinuosamente enredadas hacia arriba, rodeando lo que parecía ser un cúmulo de nubes de lluvia. Claro, ¿cómo si no? la única manera de vivir en aquel lugar tan árido no podía ser otra que buscar el agua donde la hubiera, los árboles habían desarrollado esa habilidad para poder sobrevivir. El único problema era que no dejaban caer ninguna gota de agua al suelo, por tanto aquella situación no podría mejorar nunca... Era como una pescadilla que se mordía la cola, un círculo vicioso que, al ir en contra de la naturaleza, había provocado aquel desastre en el paisaje dejándolo desértico y áspero. Aquela, que se había colocado delante, se acercó a uno de estos árboles, parecía que fuera a caer rendido frente a él otra vez pero no, comenzó a emitir unos sonidos extraños igual que hizo con el viejo sabio. La estrella del norte brilló de nuevo parpadeando varias veces y pudo comprender lo que hablaban.

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