martes, 23 de octubre de 2007

Asalto nº13

AQUILES -

V - ¿Golod? qué nombre tan raro, me resulta extraño pero a la vez familiar, será que hace tanto tiempo que no tengo trato con nadie...
G - Es un nombre muy común, mi familia lleva establecida aquí desde siempre y tengo muchos parientes por la ciudad, es posible que....
V - Ya sé...! -exclamó de repente- recuerdo a un Golod, un tal René Golod, pero de eso hace ya muchos solsticios, ya ni me acuerdo de su rostro. Pero sí recuerdo que regentaba una taberna, una de aquellas en las que se reunían los amigos a beber y cantar, mientras un pianista hacía gala de sus habilidades musicales en un antiguo órgano de madera rojiza.
G - Es posible, tengo un pariente en la ciudad que se dedica a la hostelería, pero no se llama René, sino Renato.
V - ¡Eso es! Renato, lleva usted toda la razón, ahora recuerdo... Sí, era un hombre rechoncho y achaparrado, moreno y que siempre gritaba, gritaba mucho, reñía a los cocineros sin parar.
G - Un hombre de carácter, desde luego, lo sé... Con él trabaja su hijo, se llama Armenio y está empezando a hacerse cargo del negocio, porque a su padre ya le fallan las fuerzas.
V - Ay! buen amigo, si supiera... De eso precisamente se trata lo que quería hablar con usted.
G- ¿sí? adelante, explíquese, le escucho.
V - Bien, como sabrá estoy solo, no tengo a nadie, mas que a usted y a este enorme artilugio, al cual tengo, por herencia, el deber de cuidar y mantener. ¿No sé si me entiende?
G - Sí, le sigo.
V - Pues el caso es que estoy empezando a sentir que me faltan las fuerzas y no tengo a nadie que, en caso de que algo me pasara, continue mi labor.
G - Bueno, eso tiene fácil solución, - apuntó el Sr. Golod - sólo tiene que adiestrar a alguien en el oficio de relojero y santas pascuas, ¿no?
V - No es tan sencillo, amigo mío, ojalá fuera así. Quizá Ud., en su labor, no se halla percatado, pero este es un reloj, único en su especie, que además de medir el tiempo tiene también otra función mucho más crítica, por decirlo de algún modo. ¿Cómo le diría? es una especie de motor, el cual se encarga de darle el movimiento a la Humanidad que conocemos.
G - ¿Có... cómo? perdone, pero no entiendo nada, ¿se encuentra Ud. bien? no sé que me está intentando decir...
V - Quiero decirle que este reloj es el que cuenta las horas que restan de la Humanidad, es un reloj mágico, el cual no ha de pararse bajo ningún concepto, sería una catástrofe. Imagínese si dejara de funcionar, todo lo que conocemos quedaría suspendido, en silencio, sin vida, por toda la eternidad infinita.

El Sr. Golod le miraba estupefacto, sin hacer ningún movimiento, como si se hubiese parado el reloj en ese mismo instante y con él todo lo que le rodeaba. No se podía creer lo que estaba oyendo, era algo difícil de entender, y el Sr. Vig lo sabía.

V - Sé que lo que le estoy contando le resultará realmente increible, pero es cierto, créame. Es tan sólo algo que no se debe ir contando por ahí alegremente porque sería un caos si alguna mente malintencionada se adueñarse de él, figúrese que desastre.
G - Sí...bueno...en fin... -balbuceó el Sr. Golod un poco estupefacto- me imagino, no crea, pero ¿qué es exactamente lo que desea de mí? ¿Qué puedo hacer por Ud?
V - Es muy fácil, lo único que debe hacer es vigilar este Reloj, seguir engrasándolo como bien sabe hacerlo y avisarme si, por algún motivo, dejase de funcionar o empezase a fallar. Yo he de emprender un viaje a la ciudad en busca de un sucesor, alguien que me reemplace en el transcurso de mi ausencia (por la muerte). Y no puedo demorarme mucho más... he de salir urgentemente, cuanto antes mejor...
G - Pero, Sr. ¿cómo podré avisarle si no sé dónde estará? la ciudad es grande y queda bastante lejos de aquí.
V - Sencillo, si el reloj empezase a fallar, emitiría una serie de avisos previos a su parada total. En ese intervalo de tick tacks deberá actuar con celeridad y sin titubeos. Mire, este frasco contiene unos polvos mágicos, capaces de hacer volar a cualquier bestia -el Sr. Golod estaba absorto, su mirada lo decía todo-. Tan sólo debe hacer que su equino se los trague, y en cuestión de segundos, Galope, su corcel, se transformará en un hermoso caballo alado. Rápido y veloz como el viento, surcará el cielo hasta la ciudad y desde la altura me encontrará...

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