lunes, 10 de marzo de 2008

Asalto nº 24 .- Aullidos

Aquela inmediatamente comenzó a aullar como si le fuera la vida en ello y, a continuación, el resto de los lobos entendió el mensaje e imitaron su acto. Estado en las entrañas del baobad el aullido de aquellas fieras sonaba más fuerte y exagerado, parecían miles de lobos aullando sin descanso entre un aullido y otro.
El gigante parecía haber visto a un fantasma al escuchar esos sonidos que le adentraban en el tímpano y no le daban opción a recuperarse de tan molesto clamor. Se movía de un lado a otro sin detenerse y ese movimiento hacía que el interior del baobad se tambaleara y no les diera ninguna estabilidad, estaban atrapados en una abismo oscuro, desconocido y sin salida alguna. Aquello parecía derrumbarse de un momento a otro, pero por otro lado entendían que no podían cesar de aullar, de lo contrario el gigante sería capaz de hacerle daño al Sr. Vig, y Aquela no estaba dispuesto a correr ese riesgo. Por fin el gigante se sentó, estaba famélico, desfallecido. Parecía que algo malo le ocurría porque había parado de moverse y no emitía ningún sonido. Notaron como el suelo de aquel extraño habitáculo vibró al caer el tan voluminoso ser y fue entonces cuando todos quedaron en silencio.
En ese momento la estrella hizo acto de presencia y se iluminó ante nuestros amigos para mostrarles la escena. El gigante quedó tumbado en el suelo con una sustancia mocosa que caía de su boca, había debido ser un golpe de suerte que no duraría mucho tiempo y tenían que ser rápidos y cautos a su vez para no despertar a aquella bestia…

sábado, 12 de enero de 2008

continuará....

etc, etc, etc....

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Asalto nº 23 - El Gigante



Al abrir su longeva corteza e ir pasando uno tras otro hacia el interior un ronco crujido estremecía hasta las raices, haciendo un ruido ensordecedor para los sensibles oidos de nuestra manada, no tanto para el Sr. Vig, quien miraba asombrado el poco usual espectáculo que se mostraba ante sus ojos. El tronco, por dentro, se asemejaba a una gruta con sus estalactitas y estalagmitas, el suelo era fangoso, casi cienagoso, debía andar con cuidado para no quedarse atrapado entre restos de raices y fango mezclados que el devenir de los años había formado bajo las entrañas del milenario árbol. Aquela encabezaba la formación, que se disponía a bajar hacia la profunda oscuridad que ante sus ojos se mostraba, cuando de repente la estrella del norte comenzó a brillar intensamente. - ¡Asombroso! exclamó extrañado el Sr. Vig. Pensó que el colgante de su ayudante le sería muy útil en tan inhóspito lugar. Alumbraba tan intensamente que se podía apreciar las rugosidades, cada vez más abruptas, en el interior del baobab, así como evitar tropezar y caer al suelo con el más que probable resultado de alguna extremidad rota, quedando así inutilizado para llevar a cabo la misión. Pero nada más lejos de la realidad, el colgante no estaba haciendo las funciones de un candil o antorcha, aunque se antojara así, para alumbrarles el camino a nuestros aventureros amigos hacia la tan deseada sabia de aquel tronco, sino más bien estaba alertando al grupo que algún peligro les acechaba, algo que inminentemente sucedería. Y es que en la entrada del árbol, una enorme silueta cegó la ya casi imperceptible luz que les iluminaba, era un gigante, todos se giraron al instante, pero el anciano de madera, en un intento de bloquear al intruso, golpeóle con una de sus ramas más bajas, a lo que el impresonante brazo del gigante respondió agarrándolo fuertemente hasta arrancar de cuajo la misma. Aquela avanzó decidido hacia el intruso a sabiendas que la sola visión de su figura haría retroceder de inmediato al gigante, pero no fue así. Al bloquear la luz que penetraba en la gruta del tronco, el gigante no podía ver nada dentro, así que avanzó hacia nuestros amigos adentrándose peligrosamente.

sábado, 1 de diciembre de 2007

Asalto nº 22: El reto de la manada


El baobab le decía a Aquela que les proporcionara agua a todos. Tendría que entrar en el mismísimo tronco del árbol, pero esto no sería gratuito. A cambio le proporcionarían seguridad a los árboles, en aquel bosque eso era imprescindible. Los baobabs eran asaltados por unos gigantes que consumían éstos árboles como leña para sus hogares. Pero tenían a su vez una extraña repulsión hacia los lobos, era algo fuera de lo normal. Cuando veían uno de estos animales, se quedaban absortos y no tenían más remedio que huir, les producía una dolorosa ceguera que les dañaba y les penetraba casi hasta el cerebro. Por tanto, tendrían que pagar la humilde pero tan necesitada razón de agua con dos de sus fieles compañeros.
En el interior del baobab podrían además degustar el sabroso elixir de sus raíces que, además de tener muchos valores energéticos, les ayudaría a continuar con su marcha. No tenían otra opción, por tanto, no tuvieron más remedio que acceder a ello. La cuestión era decidir qué lobos de la manada estaban dispuestos a sacrificarse permaneciendo en aquel bosque perdido sin saber cuando regresarían sus compañeros. Aquela debería acompañar al vigilante, era su protector. Así que se reunió con la manada dejando desconcertado al señor Vig.
Finalmente escogieron a los lobos mas adultos de la manada, ya que los jóvenes tenían más fuerzas para poder seguir caminando y defender a nuestros protagonistas. Permanecerían junto al baobab Platén y Bala, los demás continuarían con su destino, pero antes, el baobab les abrió sus entrañas por las que todos penetraron.

martes, 20 de noviembre de 2007




Asalto nº 21 - La inversión

Una vez todos en pie, miraron al unísono al Sr. Vig como esperando una señal. Éste comenzó a avanzar y todos le siguieron, el trecho que restaba no era muy largo y llegarían a media jornada, pero el hambre acuciaba en los estómagos del grupo, ésto les animó a apresurar el paso. El paisaje era cada vez más seco, los bosques frondosos, ríos y cascadas dejaban paso a caminos polvorientos flanqueados por tocones secos y astillados, al Vigilante le recorrió un profundo escalofrío a lo largo de la espalda, aquel paisaje era desolador como la propia muerte, devastado lugar sólo lleno de la mismísima nada. No se oía ni a un pájaro -ni siquiera uno de esos que dan mal rollito en este tipo de escenas-. El silencio más absoluto se hizo de repente, quebrado sólo por el acompasado caminar de la manada, cada vez se hacía todo más extraño y el Sr. Vig comenzó a incomodarse, aquello no era natural. Los árboles se encontraban invertidos, como suspendidos en el aire, con sus centenarias raíces sinuosamente enredadas hacia arriba, rodeando lo que parecía ser un cúmulo de nubes de lluvia. Claro, ¿cómo si no? la única manera de vivir en aquel lugar tan árido no podía ser otra que buscar el agua donde la hubiera, los árboles habían desarrollado esa habilidad para poder sobrevivir. El único problema era que no dejaban caer ninguna gota de agua al suelo, por tanto aquella situación no podría mejorar nunca... Era como una pescadilla que se mordía la cola, un círculo vicioso que, al ir en contra de la naturaleza, había provocado aquel desastre en el paisaje dejándolo desértico y áspero. Aquela, que se había colocado delante, se acercó a uno de estos árboles, parecía que fuera a caer rendido frente a él otra vez pero no, comenzó a emitir unos sonidos extraños igual que hizo con el viejo sabio. La estrella del norte brilló de nuevo parpadeando varias veces y pudo comprender lo que hablaban.

domingo, 18 de noviembre de 2007

Un alegre camino.


Aquela comenzó a dar pasos y con un gesto indicó al resto de la manada que debían continuar con su cometido. Era como si ya supiera las intenciones del Sr. Vig, que no eran otras que intentar salvar a la humanidad. Así que todos, sin despedirse del Sabio, emprendieron la marcha. Aquela y el Vigilante caminaban juntos delante. El resto de la manada lo hacía sin descansar la vista ante cualquier obstáculo que pudiera entrometerse en esta misión. La noche empezaba a caer y todos los estómagos comenzaban a rechinar entre el silencio de aquel obtuso bosque a través del cual no se podía intuir cualquier amago de vida humana ni la posibilidad de llevarse algo a la boca para atacar de raíz esa hambre que duraba ya más tiempo del que debiera.

Todos y cada uno de ellos, a través del sonido alarmante de las paredes de sus estómagos, sabían que o comían, o dentro de nada no podrían dar un paso más. Aquela paró en seco la marcha al encontrar un enorme árbol. Era una especie de Lahuén de unos 3000 años alto como la enorme columna vertebral de un Tecodontosaurio. Se paró encima de la tierra que le cubría las raíces y se tumbó animando con su acción a los demás a acompañarle en su labor. Algunos lobos de la manada accedieron al acto y otros permanecían despiertos alrededor de ellos para no perder la atención al bosque y el Vigilante pegó una cabezada junto a la parte inferior del tronco del Lahuén. Aquela durmió profundamente, le dio tiempo de tener una visión en la que todo lo que le ocurría tenía que ver con el Vigilante. Tenían conversaciones juntos y daban largos paseos por unos campos verdosos con un aire puro y limpio que te hacían abrir los pulmones y fortalecerte las piernas como para ser capaz de andar cinco días seguidos sin parada alguna. Sentía Aquela en ese sueño que podía con todo y que su cuerpo casi no pesaba, podría se capaz de andar y andar junto aquel hombre cuantos kilómetros quisiera porque no mostraba el más mínimo cansancio junto a él. Tenían interesantes conversaciones sobre sus vidas y todo lo que en ellas acontecía durante todo el tiempo que habían estado separados. Y durante ese paseo pensaba que no querría separarse de él en su vida. Que a partir de ese instante, compartiría cualquier momento de su vida con él. De repente se le abrió un ojo y notó como el Vigilante de las agujas le acariciaba el lomo. De alguna manera, le demostró que se había enterado de su sueño y le alababa el sentimiento. Era una respuesta mutua de reconocimiento de aquella amistad que había surgido.

lunes, 12 de noviembre de 2007

Asalto 19º - El sabio

El Sr. Vig contemplaba la escena de Aquela y el dragón con gran expectación, no entendía el lenguaje que oía. A todo esto la cueva había dejado de temblar, al parecer el "terremoto" era provocado por las pisadas del enorme dragón, al que habría que añadir el rugido profundo y seco de su humeante garganta.
De pronto la estrella del norte comenzó a brillar, pero de una forma un tanto extraña, parpadeaba incesante, lo hizo durante unos segundo y se apagó cuando, sorprendentemente, comprendía el ininteligible lenguaje de los dos animales. El Sr. Vig no daba crédito a lo que estaba viendo, o mejor expresado, oyendo.
Aquela ya se había levantado y acercado unos pasos hacia el recién llegado, y parecían estar discutiendo sobre algo relacionado con el colgante de nuestro protagonista.
D - ..Y ¿dices que es un brujo?
A - No lo sabemos con certeza, le descubrimos anoche, en el bosque, viajaba solo y decidimos que sería nuestra cena. Pero cuando le acechamos y estábamos a punto de saltar sobre él, una luz que salió de su pecho nos dijo que él era quien nos daba la vida y que habríamos de protegerle de cualquier mal que le sobreviniera en su viaje. Y hasta aquí nos hemos dirigido, no sabemos si será casualidad o cosas del destino, todo esto es muy sospechoso.
D - No seas desconfiado viejo amigo, el destino sabe lo que hace, aunque a veces no lo entendamos, porque él nos enseña antes lo que no queremos, para llegar adonde, en realidad, queremos estar. Es así de caprichoso...
A - Bueno, entonces, ¿qué debemos hacer?
D - Como ser más viejo de este mundo y en calidad de sabio del imperio, yo pienso que debéis continuar con vuestro cometido y hacer que nuestro amigo llegue sano y salvo a su destino.
A - Así se hará.

El Vigilante quedó de piedra cuando Aquela se dirigió hasta él y, haciendo un gesto de sumisión, le ofreció su pata diciendo:
A - Seremos vuestros protectores y nos dejaremos la vida, si fuera necesario, en pos de vuestra gesta.
El Sr. Vig, con un leve movimiento de cabeza asintió confuso.

jueves, 8 de noviembre de 2007

Pánico y temblor en la cueva



Tenía que salir de allí corriendo. Miró a Aquela, que no hacía nada por remediar aquello, se quedaba perplejo sin ademán de moverse o empezar a correr como cualquier persona sensata hubiera hecho en aquel momento. Pero no, Aquela estaba ausente y mirando al más allá, tenía la vista pérdida y sin inmutarse de que allí estuviera ocurriendo lo que estaba ocurriendo o al menos, eso era lo que parecía. La cueva tiritaba y con el temblor iban cayéndose trozos de piedras que se desprendían de los rincones oscuros que por allí se apreciaban.
El estruendo de cada parte que caía retumbaba en el agua y producía un eco tenebroso que daba la sensación que aquello se desmoronaría en cuestión de poco tiempo y quedaría allí atrapado.
De repente, salió una enorme bestia de allí, El señor Vig para entonces, le había dado tiempo de salir y ponerse sus ropas. Sin embargo Aquela continuaba con su posición tranquila mirando a aquel monstruo que, a pesar de sus enormes dimensiones, no tenía aspecto de ser tan malvado.
Era una especie de dragón con unas minúsculas alas a sus espaldas, en comparación con su gigantesco cuerpo. Tenía unas garras del tamaño del Señor Vig, y encima de su cabeza, a modo de sombrero, una especie de unicornio capaz de atravesar la copa de cualquier árbol centenario de los que solía haber en aquel bosque.
Si embargo, Aquela parecía estar muy tranquilo, no tenía miedo, estaba estupefacto mirándolo como si ya lo hubiera visto otras veces. El resto de la manada permanecía intacta pero protegiéndose de aquel monstruo y escondida detrás de Aquela aunque al acecho por si había que salir corriendo.
De repente, Aquela empezó a maullarle y éste le contestaba como si estuvieran conversando...


Lo que más le sorprendió de todo esto al vigilante, es que la estrella del norte no indicaba cualquier indicio de peligro, estaba tal cual la había dejado antes de darse el baño, por tanto, esto tranquilizaba a nuestro amigo, él confiaba en aquel colgante, después de todo lo que había pasado la noche anterior, por tanto, siguió su instinto y empezó a relajarse.

miércoles, 31 de octubre de 2007


Asalto nº17 - Vulcano

Salía el sol en el horizonte cuando el Vigilante se puso de nuevo en marcha, al mismo tiempo que lo hicieran los malhechores de la noche anterior, ahora más sumisos y obedientes. Lo acaecido a nuestro amigo era ya como un recuerdo moribundo, breve pero significativo ejemplo de las aventuras que le aguardaban, a modo de aperitivo. Hoy la jornada se presentaba como otra cualquiera en el camino, aunque el sonido de las pisadas, que antes se presentaban amenazadoras, se había convertido en inofensivos y parsimoniosos pasos que le tranquilizaban. Esos seis hermanos, emisarios del mal, le protegerían de los peligros que le acecharan de ahora en adelante, lo que no sabía el Vigilante era de qué modo.

Apenas hubo caminado unas cuantas millas cuando fue a encontrarse junto a un río. Transparentes melenas en cascada se dejaban caer por las agrestes rocas de un impresionante acantilado allá a lo lejos. Esculpiendo paciente la indomable piedra, escarbando incesante cada grieta, cada oquedad, horadando pequeñas cavernas que conformaban un espacio que, a medida que profundizaba, parecía comunicarse a través de pequeños caños de agua que iban a parar al mismo lugar. El Sr. Vig, escoltado por los nuevos amigos, pensó que no estaría mal aprovechar tal cantidad de agua para refrescarse y así de paso, desquitarse del susto de la noche pasada. Además los "amigos" lobo, tras aquella larga caminata, tendrían sed y aquel era el lugar perfecto para saciarla.

Se detuvo un instante a mirar cuál sería el lugar para darse un chapuzón, y encontró un pequeño saliente a poca altura del agua que le ayudaría a salir de la misma sin demasiado esfuerzo. Una vez se había deshecho de la capa y demás indumentaria se sumergió decidido en el agua, comprobando que tenía una temperatura perfecta, algo extraño dado que aquella agua procedía de lo más alto de la montaña. Mientras disfrutaba de aquel atípico baño se le ocurrió que debía empezar a pensar cómo llamaría a sus recién adoptados compañeros. Empezaría por el que parecía ser el líder de la manada, el más grande de ellos, un ejemplar que imponía respeto y admiración por la belleza de sus proporciones, por el negro y brillante pelaje que le cubría, resaltando aun más el ardiente color ámbar que, como el fuego, iluminaba sus ojos. A este lo llamaré Akela -dijo para si el Vigilante- ese será su nombre. Y cogiendo una gran bocanada de aire se adentró un poco más en la gran caverna acuática que acababa de descubrir, alejándose cada vez más de la orilla, mientras Akela y su manada le seguía atento con la mirada, con algo más que curiosidad.

De repente todos alzaron las orejas al unísono, un golpe seco resonó por toda la caverna, un eco desconocido en forma de cántico comenzó a llenar cada rincón de ésta, sonidos ensordecedores se entrelazaban en el aire cuando todo comenzó a temblar.

martes, 30 de octubre de 2007

Asalto nº 16: Salvado




El señor Vig había imaginado que le podía ocurrir esto, pero no sabía a ciencia cierta qué era lo que debía hacer en un caso tan real y extremo como este. Pensaba que se terminaba todo, sabía que estaba perdido, que de ésta no podía salir con vida para contarlo. Estaba viviendo uno de los momentos más inquietantes de su vida, no tenía ni la más remota idea, de cómo tenía que actuar y tenía que pensar en alguna solución en cuestión de nada, de lo contrario sería devorado por aquellas famélicas fieras que con su aliento pegado a la nuca le hacían sentir tan atemorizado que no podía mediar palabra, ni ejecutar ningún movimiento, ni pensar. Lo único que sabía era que estaba aterrorizado.
Por otro lado el pecho le quemaba, la estrella del norte también le desconcentraba. No sabía a qué atender primero; sabía cual era su mensaje, pero en aquel momento era tan evidente que no quería que aquel collar absurdo se lo volviera a recordar. Fue entonces cuando reaccionó, arrancó el collar que su ayudante con tanta generosidad le había dado y que le estaba haciendo polvo todo el dorso, de un tirón se lo quitó y lo arrojó con las pocas fuerzas que le quedaban. Durante el vuelo, destellaba tanto que casi no se podía mirar, era una fiesta de luces. Al principio tenían un color intenso que fue transformándose en un vaivén de destellos de colores que aumentaban a medida que iba escogiendo el camino y mientras caía, lo hacía con una ráfaga de luz tal que parecía una melodía, salían chispas que parecían a su vez, estrellas pequeñas que guardaba en sus entrañas.
Eso fue lo que le salvó. Los lobos estaban obnubilados con aquel acontecimiento, seguían atónitos la estela de luz que dejaba a su paso y el soniquete que resonaba a la caída, hacía que parecieran cachorritos inofensivos que admiraban lo que estaban viendo. El señor Vig también se quedó perplejo ante aquella reacción. No podía perder de vista el collar del Señor Golod, pero tampoco podía creerse que los lobos cayeran hipnotizados con aquel colgante. Pero así era.
No quería moverse, no quería estropear ese momento mágico. Era como si el tiempo se hubiera detenido y no quería ni retroceder ni avanzar. Estaba salvado y por una vez, deseaba más que nunca poder detener el tiempo. Pero en aquel momento no tenia poder para hacerlo. El reloj quedaba ya muy lejos y pensaba que si hacía cualquier cosa, aquella magia terminaría. Otra vez estaba bloqueado, no entendía que debía hacer ahora. De repente, los lobos le miraron, la estrella dejó de ser una llamarada de luces incandescentes y yacía en el suelo, lejos de él. No quería moverse, miraba a los lobos y ellos le miraban. No sabía esta vez de qué manera le devolvían la mirada, eran unos seis feroces animales con el pelo negro azabache y ojos de mirada penetrante y a su vez intimidante. Pero todavía conservaban esa mirada clavada en algún lugar lejos de allí, era como si tuvieran todavía los efectos de aquel extraño hechizo.
El más robusto de ellos empezó a aullar como un poseído, era como el jefe de la manada, el más grande y a su vez parecía el más viejo. A continuación, le siguieron los demás. Todos los lobos aullaban sin parar mirándolo a él. Se había ganado el respeto de aquellas fieras salvajes.
El Vigilante sabía ahora, que tenía que recuperar aquel collar, sabía que mientras lo llevara encima estaría a salvo de cualquier cosa. Después de esto, creía en aquel collar tanto como en su propia dedicación. Estaba convencido de que su fiel ayudante no le había dicho aquellas palabras en vano. Acto seguido, fue en busca de él y desde entonces los lobos seguían cualquier paso, cualquier movimiento. Eran sus nuevos acompañantes y estaba seguro de que le servirían de gran ayuda.


Asalto nº15

Aquiles: Marchaba apresurado, aunque un poco preocupado, como mirando de soslayo, era la primera vez en muchos solsticios que abandonaba aquel lugar, y la última vez que lo hizo, recordó, fue cuando, encontrándose solo con el Reloj, un pavoroso terremoto sacudió aquella tierra. Un terremoto de consecuencias nefastas que arruinó la vida de no pocos habitantes, que se vieron obligados a huir de allí por la desolación que hubo tras la Gran Sacudida, así la llamaron. Él mismo tuvo que dejar la insustituible tarea de vigilar el latido de aquella máquina para dedicarse a socorrer a los que llegaban, despavoridos, a los alrededores del Santuario Temporal. Aquello fue un auténtico caos, recordaba con horror mientras proseguía nuestro personaje.

Llevaba ya un largo trecho recorrido cuando empezó a sentir algo extraño, una sensación penetrante que le arañaba por dentro. Se echó la mano al pecho, apartando de un zarpazo la gruesa capa. No le arañaba, le quemaba y no pudo contener un grito de dolor al descubrir que era la estrella del norte, el colgante que le había entregado el Ayudante. Estaba de un color púrpura, un haz de luces brillantes se multiplicaban en progresión aritmética, desprendiendo un calor que penetraba hasta lo más profundo de si. Aquello debía significar algo, algo grave estaba a punto de suceder. Se apartó del camino, refugiándose en un espeso mar de arbustos, en la profundidad del bosque. Pensó que lo mejor sería quedarse a pasar allí la noche, estaría más seguro. El colgante siguió alumbrando durante largo rato, hasta que de un momento a otro quedaron las luces para el recuerdo y todo se tornó oscuridad.

De repente un escalofrío recorrió la espalda del Vigilante, oyó gruñidos alrededor, resoplidos amenazadores apuntaban a su espalda a punto de estallar en explosivo aspaviento, provocado por el pavor que en esos momentos estaba sufriendo. Olía a muerte en el ambiente, se respiraba con dificultad, era noche cerrada bajo la espesura vegetal y estaba a punto de ser atacado por una manada de lobos hambrientos, y éstos no traían buenas intenciones, precisamente...

martes, 23 de octubre de 2007

Asalto nº 14

El señor Golod, despues de toda aquella explicación se sintió, por un lado, incrédulo; sí, trabajaba con el Señor Vigilante de las Agujas desde que empezaron a salirle las primeras barbas, pero nunca había cruzado más de tres frases seguidas con él. Por otro lado, le tenía cierto aprecio, le había visto convertirse en lo que era hasta ahora y siempre que le dedicaba el buenas noches, lo hacía con cierto aprecio y amabilidad. La verdad que siempre le había tratado muy bien y ese señor no se merecía una negativa por su parte, además la explicación de aquellas palabras que acababa de escuchar hacía referencia a la dedicación que había visto para con aquel aparato que tenía a buen recaudo y que no permitía que fuera visto por absolutamente nadie. Por tanto le daba credibilidad en cierta manera. Su manera de transmitirle el mensaje no era despreocupada, sino todo lo contrario , veía en sus ojos incandescentes una inquietud que reforzaba aun más las palabras que le había dicho. En su inconsciente rondaban muchos pensamientos contradictorios y realmente no sabía bien que hacer. Sabía que si no lo hacía, podía ocurrir una enorme desgracia, no se explicaba porqué había creido toda esa historia, pero sentía que lo tenia que hacer. A medida que iba acercándose a tomar la decisión de quedarse alli a cuidar el reloj, su estrella del norte, que siempre llevaba consigo y que siempre le ayudaba a tomar complejas determinaciones, no paraba de brillar. Le ardía el pecho y continuaba brillando, tanto que se la tuvo que despojar porque ya le empezaba a molestar. Fue entonces cuando se dio cuenta de lo que en realidad estaba ocurriendo.
Asintió con la cabeza: - Señor Vig, usted no debe retrasarse en su búsqueda. Tiene que partir de inmediato, pero antes, me gustaría dejarle algo que le puede servir de gran ayuda a la hora de encontrar a su Elegido-. Con su Estrella del Norte en las manos y alzándolas hacía la frente del Vigilante de las Agujas, se la fue colocando hasta dejarla colgada en su cuello. El señor Vig le respondió con una sonrisa amigable y de tranquilidad. Le dió las gracias de todo corazón, porque sabía lo que significaba para el señor Golod quedarse allí dia y noche encerrado mirando aquel complejo aparato. Dejaria su trabajo y todo lo que tenía a un lado para llevar a cabo su misión, por tanto le estaba sumisamente agradecido. Y por otro lado, sabía que se alegraría de participar en tan relevante hecho.
La Estrella del Norte una vez poseida por el Vigilante, dejó de ser una luz incesante y dejó de abrasarle el cuello. Daba la sensación que estaba donde tenía que estar. Por tanto los dos hombres se despedieron, se dieron las ultimas explicaciones de todo cuanto tenian que hacer y el señor Vig partió saludandolo con la mano hasta que Golod dejó de verlo en la lejanía. Antes de que pudiera dejar de verlo, éste le gritó: "cuidado con los lobos". Pero no tenía la certeza de que le hubiera escuchado.
Allí era muy normal tener lobos en casa como animal doméstico, porque era evidente que estaban domésticados. Sin embargo los lobos que vivían de manera salvaje, algunos de ellos eran muy traicioneros. Persuadían a los humanos para que los acariciasen y se encariñaran con ellos, pero en menos de un silbido, saciaban su hambre con ellos. Y eso era lo más dócil que algunos llegaban a ser, otros eran mucho peores, otros los dejaban medio vivos a falta de un brazo o de una pierna o cualquier extremidad y por tanto, hacían pasar una muerte lenta y dolorosa. Pero eso eran los salvajes.

El Vigilante llevaba una capa de un color marrón oscuro, larga y grande. Era un hombre muy robusto y muy alto, con esa capa pasaría más desapercibido de la multitud. Aunque ahora le esperaba un camino largo y solitario hasta llegar a la ciudad. Vivía lejos, muy lejos de ella.


Asalto nº13

AQUILES -

V - ¿Golod? qué nombre tan raro, me resulta extraño pero a la vez familiar, será que hace tanto tiempo que no tengo trato con nadie...
G - Es un nombre muy común, mi familia lleva establecida aquí desde siempre y tengo muchos parientes por la ciudad, es posible que....
V - Ya sé...! -exclamó de repente- recuerdo a un Golod, un tal René Golod, pero de eso hace ya muchos solsticios, ya ni me acuerdo de su rostro. Pero sí recuerdo que regentaba una taberna, una de aquellas en las que se reunían los amigos a beber y cantar, mientras un pianista hacía gala de sus habilidades musicales en un antiguo órgano de madera rojiza.
G - Es posible, tengo un pariente en la ciudad que se dedica a la hostelería, pero no se llama René, sino Renato.
V - ¡Eso es! Renato, lleva usted toda la razón, ahora recuerdo... Sí, era un hombre rechoncho y achaparrado, moreno y que siempre gritaba, gritaba mucho, reñía a los cocineros sin parar.
G - Un hombre de carácter, desde luego, lo sé... Con él trabaja su hijo, se llama Armenio y está empezando a hacerse cargo del negocio, porque a su padre ya le fallan las fuerzas.
V - Ay! buen amigo, si supiera... De eso precisamente se trata lo que quería hablar con usted.
G- ¿sí? adelante, explíquese, le escucho.
V - Bien, como sabrá estoy solo, no tengo a nadie, mas que a usted y a este enorme artilugio, al cual tengo, por herencia, el deber de cuidar y mantener. ¿No sé si me entiende?
G - Sí, le sigo.
V - Pues el caso es que estoy empezando a sentir que me faltan las fuerzas y no tengo a nadie que, en caso de que algo me pasara, continue mi labor.
G - Bueno, eso tiene fácil solución, - apuntó el Sr. Golod - sólo tiene que adiestrar a alguien en el oficio de relojero y santas pascuas, ¿no?
V - No es tan sencillo, amigo mío, ojalá fuera así. Quizá Ud., en su labor, no se halla percatado, pero este es un reloj, único en su especie, que además de medir el tiempo tiene también otra función mucho más crítica, por decirlo de algún modo. ¿Cómo le diría? es una especie de motor, el cual se encarga de darle el movimiento a la Humanidad que conocemos.
G - ¿Có... cómo? perdone, pero no entiendo nada, ¿se encuentra Ud. bien? no sé que me está intentando decir...
V - Quiero decirle que este reloj es el que cuenta las horas que restan de la Humanidad, es un reloj mágico, el cual no ha de pararse bajo ningún concepto, sería una catástrofe. Imagínese si dejara de funcionar, todo lo que conocemos quedaría suspendido, en silencio, sin vida, por toda la eternidad infinita.

El Sr. Golod le miraba estupefacto, sin hacer ningún movimiento, como si se hubiese parado el reloj en ese mismo instante y con él todo lo que le rodeaba. No se podía creer lo que estaba oyendo, era algo difícil de entender, y el Sr. Vig lo sabía.

V - Sé que lo que le estoy contando le resultará realmente increible, pero es cierto, créame. Es tan sólo algo que no se debe ir contando por ahí alegremente porque sería un caos si alguna mente malintencionada se adueñarse de él, figúrese que desastre.
G - Sí...bueno...en fin... -balbuceó el Sr. Golod un poco estupefacto- me imagino, no crea, pero ¿qué es exactamente lo que desea de mí? ¿Qué puedo hacer por Ud?
V - Es muy fácil, lo único que debe hacer es vigilar este Reloj, seguir engrasándolo como bien sabe hacerlo y avisarme si, por algún motivo, dejase de funcionar o empezase a fallar. Yo he de emprender un viaje a la ciudad en busca de un sucesor, alguien que me reemplace en el transcurso de mi ausencia (por la muerte). Y no puedo demorarme mucho más... he de salir urgentemente, cuanto antes mejor...
G - Pero, Sr. ¿cómo podré avisarle si no sé dónde estará? la ciudad es grande y queda bastante lejos de aquí.
V - Sencillo, si el reloj empezase a fallar, emitiría una serie de avisos previos a su parada total. En ese intervalo de tick tacks deberá actuar con celeridad y sin titubeos. Mire, este frasco contiene unos polvos mágicos, capaces de hacer volar a cualquier bestia -el Sr. Golod estaba absorto, su mirada lo decía todo-. Tan sólo debe hacer que su equino se los trague, y en cuestión de segundos, Galope, su corcel, se transformará en un hermoso caballo alado. Rápido y veloz como el viento, surcará el cielo hasta la ciudad y desde la altura me encontrará...

lunes, 22 de octubre de 2007



Asalto nº 12

PUZZLE...Después de habérselo pensado un largo tiempo, por fin decidió emprender la búsqueda del elegido. Su ayudante no sabía del todo bien cómo funcionaba aquello ya que él se dedicaba a traer los materiales para que el Vigilante pudiera hacer su trabajo y su secreto tenía que ser guardado recelosamente para que nadie pudiera enterarse de lo que allí sucedía. Pero no tenía más remedio que confiarle su trabajo, no se fiaba de él como sucesor, porque además de ser mayor que él, era una persona de no muchos conociemientos y no podía dejar en manos de cualquiera tan importante misión.
Por lo que le explicaría por encima cómo actuar en caso de emergencia, es decir, si algo malo ocurriera con su reloj, lo que tenía que hacer su ayudante sería avisarlo de la manera más inmediata posible. Eso era la misión que tenía que cumplir por el momento mientras el vigilante salía en busca de alguien competente, de confianza y joven para salvar a la humanidad. No era trabajo fácil, por lo que tenía que ponerse manos a la obra inmediatamente.
Ya estaba el sol donde tenía que estar cuando entró en su garita el ayudante dandole las buenas noches. Como siempre, venía con su carro de madera y su caballo llamado Galope, su estrella del norte que para él era su guía, brillaba más que de constumbre, aquella vez. El Vigilante de las Agujas, le hizo pasar y le invitó a una taza de un té aromático que siempre solía beber y que dejaba un agradable olor impregnado en toda la casa. El ayudante extrañado entró en su morada. Nunca antes lo había hecho, por tanto entró sorprendido sin saber qué era lo que le esperaba en aquella invitación, cedió y se apresuró porque desde siempre quería saber que era lo que guardaba el Vigilante en aquellos rincones.
Ambos se sentaron en una pequeña mesa que había en la salita junto a la luz de una candela que desprendía un intenso olor a hierba Luisa. Era una mezcla lo suficientemente agradable como para no estar asustado, así que, se tranquilizó un poco y comenzaron a conversar sin más presentimientos. El ayudante, dejó que el Vigilante de las Agujas le sirviera su té y espero a que ambos tuvieran ya preparadas las tazas, hasta empezar a beber. Nunca se habían preguntado los nombres, siempre se hablaban de usted, aunque el vigilante se dirigía a él como "Ayudante". Cada vez que llegaba le decía: -"Buenas noches Ayudante"- y se despedía de él de igual manera. Esta vez el Vigilante optó por una acitud más cercana, y sin más preámbulos le indicó: -"llevamos varios solsticios y equinocios trabajando juntos y aún no se ni cual es su nombre de pila, ¿le importaría decirmelo?, me presentaré yo primero, soy El Vigilante de las agujas, pero a partir de hoy, me podrá llamar Sr. VIG. Ya le explicaré el porqué de mi nombre pero antes me gustaría saber cuál es el suyo"- el ayudante se quedó perplejo porque eso de las agujas no le gustó mucho como sonó y empezó a indagar y a atar cabos sueltos, y en cuestión de nada, su mente empezó a hacer cábalas dándole explicación a muchas preguntas sin respuesta durante tantos solsticios y equinocios. Le dió un sorbo a su té y adelantó: - soy el Señor Golod, me alegra poder estar aquí sentado al fin, creía que nunca iba a preguntármelo -.

jueves, 18 de octubre de 2007

Asalto nº11

AQUILES ...El único hombre con el que mantenía un contacto más o menos regular era quien se encargaba de llevar, hasta aquel remoto lugar, el aceite y demás herramientas para mantener sana la maquinaria de aquel gran invento. El Ayudante, un personaje de lo más pintoresco, siempre vestía un jubón dorado con incrustaciones plateadas, una enorme capa encarnada le servía de abrigo y, en la cabeza, un sombrerillo tan ajustado que apenas le cubría nada, de color dorado a juego con el jubón; debía ser de mediana vida, recordemos que aquí no se cumplían años, y las arrugas se comenzaban a marcar sobre los pómulos y en la frente, un hombre no muy alto pero robusto. En la solapa de la capa llevaba siempre consigo un amuleto, un colgante circular en cuya cara había grabada una estrella, la del Norte, significaba mucho para él y la guardaba con recelo. Hay que decir que muchos habían desarrollado la habilidad de medir el tiempo mediante la observación y seguimiento de este astro. El Ayudante siempre llegaba de noche, nunca llegaba de día, excepto dos noches al año que lo hacía en el crepúsculo debido al cambio del solsticio. Sólo esos dos días llegaba tarde, si se podía llamar tarde en no existiendo las horas. Conocía mejor que nadie la noche, vivía, trabajaba y soñaba en ella, por tanto era descartable de la misión, si bien conocía la ciudad mejor que él; pero no, la Búsqueda debía realizarse en la parte clara del día que era cuando la gente "normal" o "moralmente aceptables" se encontraba dispuesta a todo, hasta a ayudar en esta ingente pesquisa. Así que se le ocurrió una inquietante pero, a la vez, seductora idea ¿por qué no dejar al Ayudante solo durante un día a cargo de aquello? total, llevaba trabajando con él y el reloj durante muchos solsticios, era capaz de mantener aquello funcionando en las peores condiciones posibles, había pasado por muchos baches aquel corazón y siempre estaba el Ayudante para ajustarlo y engrasarlo puntualmente. Decidió que era lógico y más racional ser él mismo el encargado de la búsqueda de su sucesor, sentiría algo especial cuando le conociera, y ese sería el Elegido.

martes, 16 de octubre de 2007

Asalto nº10

PUZZLE ...Sólo él podía controlar que aquello no se desmoronase y para ello estudiaba en su casa cada forma, detalle, circuito de aquel preciado invento. Los habitantes de esta historia no reconocían su trabajo porque él nunca habia contado su secreto a nadie. No tenia descendencia directa y tampoco confiaba demasiado en ninguna persona como para que pudiera seguir con su batalla, lo cual le preocupaba y mucho. Algun día se iria al mas allá y entonces se acabaría todo. tenía el poder en sus manos pero era un hombre de lo más coloquial, era feliz con su tarea y tenía que encontrar con cautela al candidato indicado para poder desempeñar aquella responsabilidad tan sublime. No olvidemos que medir el tiempo allí era considerado un motivo suficiente como para enviar a esa persona al infierno sin derecho a rectificación alguna.El vigilante entró en esa disputa consigo mismo y empezó a estresarse y mucho, ya que por una vez en su vida, el tiempo jugaba en su contra, tenía que buscar como fuera a alguien para que, el día en que él faltara, se pudiera ir tranquilo y sosegado sabiendo que la humanidad estaba salvada y habia hecho bien su trabajo. Su sucesor sabría hacerlo de la misma manera en que él tan meticulosa y extrictamente había dedicado en cuerpo y alma. tenía que empezar esa busqueda desde ese mismo momento en que se le ocurrió, no podía perder más tiempo, era cuestión de ya empezar a organizarse. Pero... en aquel lugar...¿en quien iba a poder confiar tal hazaña?

martes, 9 de octubre de 2007

Asalto nº9

AQUILES ...Pero ese reloj era aun más de lo que parecía a simple vista, no sólo medía el tiempo, en su incesante transcurrir, tick tack, tick tack, se asemejaba al latido de un corazón, y no era casual esta similitud. Ese reloj era, con su movimiento pendular, el corazón de aquella época, el latido que mantenía vivo aquel mundo lejano, lejos de las horas, de los minutos y de los segundos. El mayor corazón que nunca se hubo visto sobre la faz de este universo temporal en el que transcurre esta historia sin pasado. El vigilante de las agujas tenía por tanto una muy ardua tarea, de una responsabilidad abrumadora ya que, un solo error en el cálculo o un pequeño movimiento en falso y el reloj dejaría de latir, provocando el mayor caos hasta entonces conocido.

domingo, 7 de octubre de 2007

Asalto nº8

PUZZLE... tan sólo unos pocos osaban a admitir que les parecía que había pasado una época y que les apetecía celebrar que ya se sentían más mayores y era "hora" de festejarlo. Ese tipo de acontecimientos no se podían divulgar entre muchas personas. Sólo lo hacían entre los que suponían que no iban a anunciarlo y entre los que confiaban en que ese festejo iba a quedar entre ellos. Así era, había muchas fiestas clandestinas en las que el tiempo tenía que ver. Había personas que se dedicaban a investigar a otras que festejaban su cumpleaños, su aniversario... y cosas por el estilo, pero tambien los que lo celebraban tenían a sus propios informadores que les relataban quienes eran éstos y por dónde merodeaban. Habia un señor que era el vigilante de las agujas, es decir, la única persona en este sitio que disponía de un reloj y podía medir el tiempo. Estaba obsesionado con él. No hacía otra cosa que mimar y cuidar su reloj. Siempre mirandolo y tratando de que nunca se estropease. (continúa)

jueves, 4 de octubre de 2007

Asalto nº7

AQUILES ...Érase una vez un lugar, o mejor que un lugar, érase un tiempo distinto a ahora... digamos que en ese lugar del tiempo no existían las horas, ni los minutos, ni los segundos, por no existir no existían ni los relojes. En este lugar estaba prohibido el tiempo, hablar de él suponía la cárcel, peor suerte corrían los que, muy osadamente, celebraban su cumpleaños, éstos eran condenados al exilio en el Infinito. Este viaje, temido por todos, era sólo de ida, nadie había regresado jamás del Infinito. Debía ser un viaje muy largo y desconocido, ya que nadie volvía de él para contarlo; a pocos le apetecía un destino así, así que pocos eran los que se atrevían a festejar su aniversario... (síguelo)